“Este será el siglo de los cristianos… y del Concilio Vaticano II”: Alberto Quattrucci

Tomado de la Revista Vida Nueva (12/05/2019)

El organizador del encuentro Paz Sin Fronteras, Alberto Quattrucci cree que llega en “un momento crucial”. En pleno auge de los populismos, la Iglesia debe impulsar “la globalización espiritual”, porque para cambiar el corazón del hombre, nunca podemos excluir a nadie.

Organizado por la Comunidad de Sant’Egidio y el Arzobispado de Madrid, el 33º Encuentro Internacional de Oración por la Paz de la entidad eclesial, nacida en Italia en 1968, tendrá lugar en la capital de España del 15 al 17 de septiembre. En uno de sus muchos viajes aquí para organizar el evento, entrevistamos a Alberto Quattrucci, secretario general de Encuentros Internacionales de Sant’Egidio.

En primer lugar, destaca que “la idea de hacer el encuentro en Madrid se fraguó en nuestro anterior encuentro, en Bolonia. El cardenal Carlos Osoro nos invitó y aceptamos, además de por la fuerte presencia de nuestra comunidad aquí, por la amistad de muchos años que nos une con él, siendo muy simbólico que a él, tras ser nombrado cardenal, se le asignara la titularidad en Roma de Santa María en Trastevere, nuestro centro vital”.

En este sentido, destaca que Osoro es “alguien que sobresale por su espiritualidad, por su pastoral y por su sensibilidad hacia los pobres, los jóvenes y los que buscan de un modo auténtico”.

Y llegó el 11-S…

Simbólicamente, esta será la tercera vez que el Encuentro Internacional de Oración por la Paz de Sant’Egidio se celebre en España, siendo los dos anteriores en Barcelona, en 2001 y 2010: “Cómo olvidar el primero, que clausuramos el 4 de septiembre… Justo una semana antes del atentado de las Torres Gemelas, el 11-S, un drama que marcó una época. Fue impresionante recibir los mensajes de muchos líderes políticos que habían participado en la jornada y que nos reconocieron esto: ‘Ahora comprendemos la verdadera importancia del diálogo’.

Y es que la única vía es construir la paz, tanto entre dos países enfrentados como en otros marcado por la confrontación civil. Hay que trabajar por la paz cotidiana entre jóvenes y ancianos, migrantes y nacionales… Tenemos que poder vivir juntos por el bien común”. “De ahí –reivindica con pasión– la importancia de este encuentro de Madrid, que se produce en un momento histórico crucial, pues se da en un presente en el que el diálogo ha perdido amigos y se escucha con más fuerza la voz de sus enemigos…

Hoy, entre el 65 y el 70% de los ciudadanos están gobernados por populistas como Trump, Orban o Duterte. Y lo grave es que todos ellos han sido elegidos democráticamente. Lo cual, nos hace preguntarnos: ¿qué es la democracia? ¿Solo la simple mayoría de los votos? ¿La suma matemática de individualismos? Ha de ser una participación colectiva de la paz”.

Los Herodes y Pilato de hoy

Algo que Quattrucci ilustra con una imagen bíblica: “En la Pasión, hay dos grandes personajes que nos dan una enseñanza para la humanidad: Herodes y Pilato. Ambos son individualistas, se profesan una gran antipatía y sostienen una lucha de poder, pero fraguan una alianza contra un pobre, Jesús. Hoy, en nuestro mundo, hay muchas alianzas entre Herodes y Pilato. Los individualistas se alían para dejar fuera un cambio necesario para el hombre”.

Frente a esta realidad, emerge el papa Francisco, “un profeta” y “el líder más grande de nuestro tiempo”, que “nos llama a buscar cambios profundos desde el Evangelio”, estableciendo “alianzas” que involucren a las sociedades para, en su diversidad, “apostar por abolir muros y levantar puentes”.

Francisco, el Papa más criticado

Con pesar, el representante de Sant’Egidio lamenta que este eco de profunda humanidad de Bergoglio no cale en determinados sectores de nuestra Iglesia: “En la historia del papado y, sobre todo desde los años 60, Francisco es el pontífice más criticado dentro… Fuera, la gente está entusiasmada con él, pero en la propia Iglesia es donde es criticado cada día”. Aquí, también acude al Evangelio para ilustrar esta situación: “Pienso en Judas, el segundo personaje más importante de la Semana Santa. Es un enigma, un interrogante.

Pero, pese a todo, Jesús no lo excluye. Le invita a la Última Cena y, antes de que le traicione, le llama ‘amigo’. Y es que Jesús sabe que, para cambiar el corazón del hombre, nunca podemos excluir a nadie”.

Luchas de poder y pereza

“En este sentido –prosigue–, Judas ejemplifica una verdad: el mayor enemigo del cristianismo está dentro”. Algo que se debe a que “el clima político ha contaminado a la Iglesia”, habiendo muchos pastores que se mueven por los parámetros de las luchas de poder… “y por la pereza, pues en el fondo estamos ante una actitud de no querer cambiar, de contentarnos con un cristianismo que sea una ideología”. Aún más… “Demuestran poco entusiasmo por la vida.

Su felicidad es no tener problemas, pero el gran desafío es tenerlos juntos. Es peor vivir solo y sin problemas que todos juntos haciendo frente a los problemas. Algo en lo que el cristianismo debe tener un papel clave, liderando un cambio social sin fronteras y que nos haga huir del excesivo individualismo”. Pese a ello, Quattrucci defiende que “este será el siglo de los cristianos; no porque seamos mejores, sino por nuestra capacidad de crear puentes de verdadera unidad en la familia humana”.

Es más, “será el siglo del Concilio Vaticano II, que no ha sido bien leído y, por tanto, no se ha llevado a la práctica”. De hecho, las críticas internas contra Francisco, el papa al que muchos acusan de ‘hereje’ por el hecho de firmar un histórico documento sobre la fraternidad humana junto al imán de Al-Azhar, en realidad se dirigen contra el Concilio”.

Contra el racismo y el nacionalismo Así, para el representante de Sant’Egidio, el reto de la comunidad cristiana es, “en este tiempo de globalización de la inmediatez, afrontar una globalización espiritual” que culmine una apuesta decidida por combatir “los fuegos que arden hoy, como el racismo y el nacionalismo, que padecen fundamentalmente los pobres”.

Por todo ello, los grandes retos que se trabajarán en septiembre en Madrid son múltiples y de gran envergadura: “Tratar de ser una puerta abierta a las personas migrantes, a los jóvenes, al cuidado de la Creación… Todo en un momento trágico en el que parece no haber lugar para el diferente ni fe en el futuro. Y es que, de seguir así, en 2030-2040 no habrá tierra suficiente para nutrir a una población de 9.500 millones de personas, los glaciares se habrán derretido y el nivel del mar subirá 70 metros, invadiendo el agua salada las tierras de cultivo”.

Europa debe serlo en serio De este modo, “Madrid está llamada a, en un momento crucial, ser un punto de inflexión para que Europa opte por existir en serio, con un proyecto concreto para la próxima década, basado en la unidad y en el diálogo con el exterior”.

Tampoco es casual que el encuentro de Sant’Egidio se dé en España, “puesto que este país mantiene un itinerario diferente y, pese a la inestabilidad política, como hemos visto en las elecciones generales, junto al crecimiento de la derecha más dura, el socialismo también ha subido, lo que es interesante”. Al menos en comparación con lo que ocurre “en Italia, donde los políticos solo buscan ganar votos; hasta el punto de que, cuando llegan al poder, en vez de gobernar, solo buscan mantener el clima de campaña electoral y seguir ganando votos”.

Iglesia y política, aliadas

Por último, reivindica que “ha de reducirse la distancia entre la Iglesia y la política. A veces parece un abismo, pero hemos de trabajar juntos por el bien común”.

Eso sí, matiza, “sin caer en la tentación de mezclar religión y nacionalismo, pues, si bien toda religión es de paz, cuando se mezcla con el nacionalismo, de esa unión solo sale odio”.

“El diálogo –anima apasionado– es precioso, y es necesario relanzarlo. Es mucho más que un debate cultural, es la colaboración auténtica por la paz”. Algo que Quattrucci concreta en un ejemplo real, encarnado: “Es muy doloroso el reciente cisma entre los ortodoxos. Pero, en nuestro último encuentro de Sant’Egidio en Bélgica, días atrás, vivimos un testimonio precioso: los representantes del Patriarcado de Moscú y del de Constantinopla rezaron juntos… Fue un pequeño signo, pero que evidencia que la Iglesia solo es una y, en el corazón, sentimos la unidad. Por eso, los cristianos debemos seguir trabajando por la unidad de la familia humana en un momento en el que no lo hace nadie”.

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