Entrevista a Alberto Quattrucci, organizador del Encuentro Paz Sin Fronteras en Alfa y Omega
Alberto Quattrucci, organizador del Encuentro Internacional «Paz sin Fronteras», que se realizará en Madrid, del 15 al 17 de septiembre, explica a la publicación Alfa y Omega, la importancia de este diálogo entre religiones y culturas en un momento de división, enfrentamientos, populismos y conflictos latentes. Aquí puedes leer y descargar la entrevista completa.
El Encuentro Internacional de Oración por la Paz organizado por Sant’Egidio aterriza en Madrid en septiembre, «para construir una Europa que encuentre su vocación en la acogida a los migrantes y para responder a los populismos que siembran odio y miedo hacia ellos para ganar votos», señala Alberto Quattrucci, secretario del encuentro
«Bueno, después de 33 ediciones, lo que vaya a traer de nuevo este Encuentro Internacional por la Paz lo tendremos que valorar al día siguiente», dice entre risas Alberto Quattrucci, secretario general de estos encuentros organizados por la Comunidad de Sant’Egidio, cuya próxima edición tendrá lugar en Madrid del 15 al 17 de septiembre.
El encuentro –del que en las próximas semanas se ofrecerá el programa definitivo– es uno más de los eslabones anuales que prolongan la experiencia del encuentro de Asís de 1986 entre las grandes religiones del mundo. «Es un camino, una peregrinación de hombres y mujeres, de religiones, de culturas y también de la política mundial. Es un acontecimiento que ha atravesado la geografía del mundo y también la historia», afirma su secretario internacional.
En 33 años el escenario geopolítico ha cambiado mucho, pues si antes había un cierto equilibrio entre los dos bloques dominantes, «hoy esto ya no sucede, asistimos a lo que el Papa Francisco llama “una tercera guerra mundial a pedazos”. Para empezar una guerra hace falta muy poco. Bastan unas cuantas personas que pongan unas bombas y desencadenen un conflicto».
«Pero hay algo que no cambia nunca –explica Quattrucci–: trabajo por la paz y oración están unidos. Para Sant’Egidio es difícil distinguir entre oración y compromiso cotidiano por la paz: las dos cosas se mezclan profundamente». Explica, por ejemplo, que en 1992 en Sant’Egidio se firmó la paz en Mozambique entre la guerrilla y el Gobierno marxista leninista, tras 16 años de guerra civil: «Durante años hemos trabajado a través del diálogo y el encuentro personal, pero también con la oración de cada tarde, porque sin oración es imposible la paz».
Para el secretario de estos encuentros internacionales, «los cristianos tenemos la obligación de rezar por la paz. Los cristianos y también los miembros de otras religiones, es verdad, pero como cristianos tenemos la obligación de decir la primera palabra. El encuentro de Asís estuvo promovido por los cristianos. No porque musulmanes o budistas no quieran la paz, sino porque nosotros tenemos la responsabilidad de dar el primer paso, ¡y siempre!».
El encuentro lleva como lema Paz sin fronteras, porque «en Sant’Egidio, como tantos cristianos y tantos hombres de hoy, estamos contra los muros. En Europa y en América últimamente se ha acentuado el racismo, pero la raza humana es una sola, el ser humano es uno solo», defiende Quattrucci. Vivimos en un contexto «con una situación política y cultural complicada, con una Europa débil que levanta muros en lugar de luchar por convertirse en maestra de humanidad».
En este sentido, la inmigración aparece como una amenaza, pero «es un fenómeno que siempre ha existido, desde el principio de la historia. Uno de los primeros derechos de todo ser humano es el de emigrar». Y es un fenómeno que «en los últimos 20 años se ha transformado en algo distinto: «ya no es emigración, es fuga. Son personas que huyen de sus países, y no lo hacen contentos, sino para salvar la vida o para escapar de la pobreza y del hambre. Son migraciones dramáticas, que se cobran muchas muertes, y de las que se aprovechan económicamente los traficantes. Pero esto está pasando también con los políticos: en las últimas elecciones europeas muchos políticos han explotado el miedo a la inmigración y han obtenido votos gracias a ello. Es decir, se los sigue explotando, ahora desde la política».
Sin embargo, de los migrantes y refugiados podemos aprender «el coraje y la valentía de quien solo tiene esperanza. Europa tiene miedo pero en realidad necesita a los migrantes, necesita gente que cuide de sus ancianos, gente que reemplace a los trabajadores ahora en activo, gente que construya las casas… Hay vías a través del diálogo para que la inmigración no se convierta en una amenaza sino en una posibilidad. Por ejemplo, hay zonas en Italia en las que la economía ha resurgido gracias a ellos».
El diálogo como solución
El encuentro llega a Madrid meses después del documento Fraternidad humana, firmado en Abu Dabi por el Papa Francisco y por el gran imán de Al-Azhar, Ahmed al Tayyeb, y a los 800 años del encuentro de san Francisco de Asís con el sultán de Egipto, «una muestra de que con el diálogo se consigue más que con la espada. El diálogo cambia el mundo», argumenta Alberto Quattrucci, que explica que «el diálogo no se hace una vez y luego te olvidas. Es algo que se construye todos los días, una obra que si la empiezas pero no la continúas entonces se viene abajo. El final de una guerra no es un tratado de paz, sino el camino que continúa después, porque la paz no es un destino final, es un recorrido juntos».
La cuestión es que el desafío es cultural y va más allá de los acontecimientos concretos: «Es necesario construir una cultura de la paz, empezando por una auténtica educación a la paz. El problema es que en las escuelas no se enseña la paz. En los libros de historia se aprenden multitud de guerras a lo largo de la historia, pero no se enseña a construir la paz». Es algo que al final repercute en el panorama político actual: «La de Europa es una política muy frágil hoy, no hay grandes políticos que hagan política desde el diálogo. La democracia hasta puede alzar al poder a los populismos, pero eso no es democracia. De hecho muchos totalitarismos subieron al poder gracias a mecanismos democráticos». La solución pasa entonces «solo por seguir caminando juntos. Construir juntos y sentarnos en una mesa a hablar ya es parte de la solución».